Obra sobre la diferencia entre ego y autoestima (5 personajes)

Esta es una obra de teatro para 5 personajes. La misma nos muestra que es preferible una autoestima fuerte a un ego fuerte.

Ego o autoestima

Título: «Ego o Autoestima»

Autora: Silvina Carrasco

5 Personajes:

  1. Sandra: Joven de unos 22 años, es la protagonista principal de la obra. En un principio tiene una personalidad combativa y la necesidad de tener siempre la razón. Al final, entiende que se siente más en paz y con más alegría cuando no se deja guiar por su ego sino por su autoestima.
  2. María: Joven de unos 22 años, es compañera de departamento de Sandra. Tiene una personalidad parecida a la de ésta, por lo que pelean y discuten por todo; intentando ambas, tener siempre la razón.
  3. Juana: Joven de unos 22 años, comparte el departamento con Sandra y María. Es la menos temperamental de las tres por lo que suele actuar como mediadora.
  4. Cecilia: Mamá de Sandra. Le ha heredado a su hija el hábito de buscar imponerse siempre.
  5. Pedro: Papá de Sandra. Le ha heredado a su hija el hábito de buscar imponerse siempre.

ACTO I

Personajes que intervienen en este acto: Sandra, María y Juana.

Escenario: Pequeño departamento compartido por las tres jóvenes. De concepto abierto; la cocina y el comedor se comunican.

Sandra lee una revista en la mesa. Ingresa María a escena, abre la puerta del  refrigerador y se queda un momento observando el interior.

–María: Sandra, ¿tú te comiste mis postrecitos light?

–Sandra: (Levanta la vista de la revista y la mira fastidiada) ¿No?

–María: ¿No? o No. Ayer dejé dos postrecitos y ahora no están.

–Sandra: (Enojada) ¿Todos los días me vas a preguntar lo mismo? Si sabes que yo no como esas porquerías light.

–María: (Queriendo provocar más a Sandra) ¡Qué misterio! Porque mis barras de cereal también desaparecen como por arte de magia.

–Sandra: María, ¡¿por qué no te comes un tazón de helado y me dejas de molestar?! Total, es lo mismo que comer los veinte postrecitos light que comes por día.

–María: ¡Genial! ¡Ahora tú me vas a enseñar de alimentación a mí! ¿Tienes idea de cuántas calorías tienen las cosas que comes?

–Sandra: ¡Claro que sé más de alimentación que tú! Lo único que haces es repetir lo que escuchas en esos programas que ves en la tele.

(Ingresa a escena Juana)

–Juana: ¡Chicas! ¿Tan temprano y ya están discutiendo? ¿Es que no pueden estar en un mismo lugar si no es gritando y peleando? (Irónica y cansada de las discusiones) ¿y cuál es el tema tan trascendental por el que debaten en este día?

–María: Es que mis postrecitos desaparecen misteriosamente…

–Juana: ¿Por esa tontería están discutiendo?

–Sandra: No. El problema es la actitud de sabelotodo de algunas personas.

–María: El que sabe, sabe. Un poco de humildad por favor.

(Sandra se levanta y sale de escena furiosa.)

Sandra: (Balbuceando mientras se va) Resulta que ahora todos somos médicos y nutricionistas… Pero ¡¿qué sabe de nada esta chica?!…

ACTO II

Personajes que intervienen en este acto: Sandra, Cecilia y Pedro.

Escenario: Cocina de la casa de Cecilia y Pedro.

(Cecilia y Pedro cocinan. Entra Sandra con cara seria y les da un beso a cada uno.)

–Sandra: Hola papá, hola mamá.

–Cecilia: ¡Hola hija! ¡Llegaste! (Observa a Sandra) Mmm… ¿Qué es esa cara?

–Sandra: ¡María! Ya no soporto tener que verla cada día. ¡Nunca puede reconocer cuando tengo la razón! Porque tengo la razón. ¡Siempre tengo la razón! Pero, no, ella pone esa cara de…

–Cecilia: Bueno, bueno. Olvidémonos de María. Ahora vamos a comer una rica carne con hierbas que estoy cocinando.

–Pedro: Cecilia, esa comida no va a estar lista para cenar ahora, compremos algo listo.

–Cecilia: (Mira a Pedro muy enojada) ¡Pedro, que novedad tú queriéndome hacer la contra!

–Pedro: Es un corte de carne muy grande y lo pusiste a cocinar hace veinte minutos.

–Cecilia: (Furiosa. Como queriendo atravesarlo con la mirada y con un pequeño corte entre cada palabra) Que-Es-Lo-Que-Tarda-En-Cocinarse.

–Pedro: No se va a cocinar en tan poco tiempo, compremos una pizza y listo.

–Cecilia: Cómprate tú una pizza, si es lo único que puedes apreciar. Nosotras vamos a comer una comida más gourmet.

–Pedro: ¿Desde cuándo eres chef?

(Sandra observa a sus padres, viéndose reflejada en su hábito de elevar cualquier pequeñez a una discusión. Suena el timbre/alarma del horno/cocina. Cecilia y Pedro se acercan, abren la puerta y miran hacia adentro.)

–Cecilia: ¡Perfecto! (A Pedro) Te lo dije.

–Pedro: Está cruda.

–Cecilia: ¡Por favor! ¡Está perfecta!

–Pedro: Desde aquí se nota que está roja.

–Cecilia: Está a punto.

–Sandra: (Incómoda) Mamá, papá, disculpen, acabo de acordarme que le prometí a una amiga ayudarla con algo importante. Dejamos la cena para otro día, disculpen.

(Sandra sale de escena.)

ACTO III

Personajes que intervienen en este acto: Sandra, María y Juana.

Escenario: El mismo escenario del Acto I.

(María prepara un té en la encimera, Sandra come un sándwich en la mesa. Juana entra por la puerta con un bolso de viaje en la mano, mira sorprendida hacia adentro y lo deja al lado de la puerta.)

– Juana: (Sorprendida) ¡Ah!, hola chicas, pensé que no había nadie, como no escuché grit…, voces desde afuera, pensé que no había nadie.

–Sandra: ¿Cómo te fue? Se te hizo largo el viaje.

–Juana: Sí, es que mi mamá me convenció de que me quedara unos días más.

–Sandra: Sí, con María nos imaginamos que tu mamá no te dejaba volver.

–María: Sí, pensamos que no volverías más.

(Sandra y María se ríen en tono cómplice y Juana está cada vez más asombrada. )

–María: Bueno, me voy porque se me hace tarde. (Sale de escena.)

–Juana: (A Sandra) No recuerdo cuando fue la última vez que entré por esa puerta y no estaban discutiendo.

–Sandra: Ha, eso. Si, en estas semanas pasaron algunas cosas. (Pequeña pausa). El día que te fuiste de viaje, fui a cenar con mis padres. Me detuve a observarlos llegar al borde de una guerra mundial por el punto de cocción de una carne, y me vi tan identificada que tuve que inventar cualquier excusa y salir corriendo.

–Juana: ¿Por qué identificada?

–Sandra: Me di cuenta de que cuando peleábamos con María, lo importante no eran los temas de discusión sino tener la razón, y con mi papá y mi mamá es igual: no les importaba la comida, solo querían tener razón.

–Juana: Entiendo.

–Sandra: Mi ego me exigía que gane todas las discusiones con María. Era como si tuviera que demostrar que sabía más, que era más inteligente, que era mejor que ella.

–Juana: ¿Tu ego?

–Sandra: Sí, eran batallas de mi ego, no mías. Yo en realidad me sentía muy estresada e insegura y estaba enojada todo el tiempo. Ya no aguantaba más vivir en ese ambiente de tensión.

–Juana: ¿Entonces? ¿Dejaron de discutir y listo?

–Sandra: (Se ríe) ¡No!, los primeros días no fue tan simple. María estaba acostumbrada a provocarme y yo tenía que morderme la lengua o irme a otra parte para no contestarle. Pero con los días me fue resultando más fácil.

–Juana: (En tono de chiste) Será que tu ego se fue debilitando porque dejaste de alimentarlo.

–Sandra: Aunque te haga gracia fue así. Y con el tiempo María se cansó de que no le respondiera, y como pelear sola no tiene gracia dejó de provocarme y empezamos a llevarnos mejor.

–Juana: Me pone contenta lo que me cuentas. Además te veo muy bien, más contenta, más tranquila.

–Sandra: Me siento así. Tengo una imagen más positiva de mí. Ahora prefiero alimentar a mi autoestima que me pide que me sienta bien y en paz, no que tenga razón.

FIN

 

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